Mi fotografía y los likes.


Pertenezco a una generación que parece ser parte de la transición entre el mundo antiguo y el futuro. Muchas letras se podrían escribir para ejemplificar esto, pero voy a ser más concreto en decir que conocí la fotografía usando negativo y actualmente trabajo en formato digital.

Mi gusto por admirar fotografías empezó de niño, porque me levantaba temprano los fines de semana a ver libros ilustrados con fotografías y me daba curiosidad imaginar cómo se lograban. Por supuesto nunca pensé en la fotografía como una forma de vida, puesto que al parecer esos trabajos estaban guardados para gente extraña, en otros países, en otros contextos.

Mi padre fue el primero que me heredó el gusto por hacer foto, lamentablemente cuando crecí un poco más su cámara Pentax sufrió un accidente y ni siquiera tuve oportunidad de intentar algo en una cámara manual. 

Fue hasta los tiempos universitarios que pude acercarme más a lo que quería hacer de foto, porque primero en la oficina donde hacía mi servicio social con la Dra. Mendoza  y el Dr. Silva  de alguna manera me encendió la chispa, luego siguió una beca gracias a la cual pude adquirir mi primer cámara manual y finalmente, ya en el año 2005, mi amiga Tessy me envió un anuncio que apareció en Gaceta UNAM donde la DGACU invitaba a ser parte de la primera generación de un taller de fotografía impartido en la Facultad de Arquitectura (Hasta entonces mi única relación con arquitectura era comer los martes en Diseño Industrial o en la cafetería de Arquitectura, y por otro lado asistir al tazón de la mezcla, donde se enfrentaban los Escorpiones Rojos de Ingeniería contra las Mariposas Salvajes de Arquitectura).

Sin duda eran tiempos mejores para el aprendizaje, porque te podías concentrar en una práctica consciente y eficiente, al no disponer de tiros infinitos (los rollos eran de máximo 36 exposiciones y luego las primeras tarjetas de memoria eran muy limitadas y caras). Además las cámaras no eran tan económicas y accesibles como lo son hoy en día, así como tampoco eran comunes las benditas redes sociales. 

En aquellos tiempos había muy pocas redes como MySpace y Hi5, y otras menos comunes como Metroflog. Todas antecedidas por blogs y páginas personales como Geocities o Tripod, que eran los nichos donde los estudiantes de fotografía empezábamos a compartir nuestro trabajo, con colores extraños de fondo y los todavía populares para esos años gif animados. 

En aquellas páginas personales la máxima interacción con los usuarios eran los llamados libros de visitas. Y uno atesoraba los comentarios que a lo largo de un año podrían apenas acercarse a la centena. No había likes y prácticamente uno tenía que dar la dirección de dichos espacios para que la gente los visitara. 

Bajo ese contexto mi generación aprendió a crecer apenas compartiendo las creaciones con un puñado de amistades, en silencio y leyendo muchos libros en la Biblioteca Central, porque tampoco estaban al alcance de todos las versiones en pdf de ellos.  En tanto, en el taller de fotografía de arquitectura, la forma de mostrar el trabajo era mediante exposiciones físicas, donde las inauguraciones eran una auténtica fiesta.

Posteriormente, cuando fue definitivo el cambio a la tecnología digital, los fabricantes de equipos fotográficos promocionaban los nuevos modelos de cámaras con talleres, diplomados, pláticas y algunas veces había revisión de portafolios con los ponentes, que eran fotógrafos reconocidos.  Aprendimos que las críticas usualmente costaban, y que los mejores comentarios no siempre eran los que elogiaban tu trabajo, sino los que -con conocimiento- señalaban los errores en la técnica, por sutiles que estos fueran. 

En general, aquellos fotógrafos reconocidos solo tenían su página web, y con el paso de los años su espacio en alguna red social, pero como un lugar más personal, un poco al margen del trabajo profesional. 

A la par habían surgido ya las primeras generaciones de fotógrafos digitales emergentes, que solían coronar su nombre con un “photographer” o “photography” y comenzaban a tener popularidad en redes sociales, que a la vez vino junto con el boom de los equipos fotográficos a precios accesibles para todo el público. 

He de admitir que cuando surgieron las redes sociales juzgué necesario tener un espacio como fotógrafo, enfocado primero a Facebook, donde también tengo que reconocer (no sin cierta vergüenza) que añadí el término anglosajón “photography” a mi logo porque todo mundo lo hacía (que aunque de cierta forma minimalista, era para mi gusto actual enorme, como justificación puedo decir que era la moda en aquellos años). Posteriormente tuve a bien a retirar dichos términos y logos de mi trabajo.

Posteriormente abrí una cuenta en Instagram, donde solo se podrían subir fotos cuadradas desde el móvil y la idea era aplicar filtros vintage desde la aplicación. Por supuesto ese no era mi objetivo, pues las fotos que hacía tenían una composición pensando en una relación de tamaño 2:3 y no deseaba aplicar ningún filtro posterior.  Por tanto, la tuve abandonada algún tiempo solo con una fotografía del móvil de mi gatita Wera, y los primeros 500 seguidores fueron contactos que me seguían solo porque Instagram se los sugería. Hoy en día conservo esa primer fotografía como un recuerdo del inicio de la cuenta.

En Facebook solía tener más publicaciones y poco a poco los seguidores fueron llegando, aunque de manera muy lenta y moderada. Notaba que -por lado- fotógrafos digitales hacían crecer su cuenta de seguidores de una manera más vertiginosa. Me llegué a preguntar varias veces qué era lo que faltaba, y al final comprendí que era tiempo para promocionarla. 

Para ese entonces yo ya había decidido hacer de la fotografía mi modo de vida, por lo que me parecía imposible tener el tiempo de manera diaria para buscar likes y seguidores, porque estaba buscando clientes para poder pagar el equipo que deseaba. Pensaba que de alguna manera los likes masivos llegarían después.

Con el paso de los años los clientes sí fueron llegando, así como el equipo. Sin embargo los likes nunca llegaron de la manera que yo veía que otras cuentas crecían. 

Eran tiempos en que sí bien, me sentía contento de que la fotografía se estuviera convirtiendo en un modo de vida (sin tener que tener un trabajo “estable” que mantuviera mi sueño), me sentía un poco abrumado de que el impacto social de las redes sociales se hacía muy grande y yo no conseguía acercarme a los números de la gente popular en el tópico de “fotografía” .

Un día, pensando en este tema, decidí buscar a algunos de mis maestros para ver cómo manejaban sus redes. Siendo algunos fotógrafos de mucho renombre a nivel internacional  seguramente podría aprender algo de ellos. Cuando vi sus páginas y cantidades de seguidores me di cuenta de que tampoco ellos tenían los números de muchos fotógrafos emergentes populares en redes. Pensé que entonces no era tan necesario, puesto que ciertamente tenía trabajo, pero esa tranquilidad no me duró mucho, porque seguía el crecimiento exponencial de las redes en la vida cotidiana. 

Para entonces ya cualquier negocio tenía redes, todas las personas tenían redes, e incluso muchas empresas multinacionales empezaron a utilizarlas como un medio de contacto más cercano a los clientes. Pensé en la publicidad pagada como una alternativa, así que utilicé el cupón que en ese momento te ofrecía Facebook para probar sus servicios publicitarios e hice mi primer campaña. 

Los resultados no fueron buenos: apenas unos 100 seguidores nuevos en la semana que me duró el crédito. Sin embargo las reacciones en las fotografías no cambiaron de número, pues únicamente seguían reaccionando mis mas fieles seguidores. 

Quedaba la posibilidad de que hubiera dirigido mal la campaña, o bien que habiéndola dirigido bien, al ser un crédito promocional el resultado fuera menor o el tiempo de la campaña no hubiera sido el suficiente.  La única forma de probarlo sería cambiando las características de la campaña y pagando ahora si por el servicio.

Tarjeta de crédito en mano, empecé con los detalles de la campaña. Dado que son servicios presenciales la destiné solo a mi ciudad y alrededores, incluí el rango de edad de la gente que usualmente me contrata y algunos otros detalles que consideré importantes. 

Solo faltaba pues elegir la imagen del anuncio, así que busqué en la carpeta de fotos que tengo listas para una publicar en internet y fue que empezaron los problemas: “Cambie su foto porque se ve mucha piel”, “cambie su foto porque debe ser del producto que vende”, “cambie su foto porque…

Nunca pude echar a andar la campaña y por tanto nunca pude saber si obtendría un beneficio real en número de seguidores con una campaña pagada. 

Pero el tiempo sí me enseñó otra cosa. Mi target no estaba en las redes sociales, una cantidad grande de seguidores no garantiza ingresos, una cantidad grande de seguidores no garantiza permanencia en el negocio, una cantidad grande de seguidores no garantiza que el cliente te recomiende con otro cliente.

Creo que la presencia en redes es importante hoy en día, pero no es esencial un gran número de followers. Creo que está bien compartir tu trabajo, pero no es la principal vía para obtener clientes, mucho menos está relacionado el número de seguidores a la calidad de tu trabajo (al menos en mi mercado, el tuyo puede ser distinto).

Respeto a quienes piensen lo contrario y buscan ávidamente likes -pero al menos yo- hasta el día de hoy, no puedo pagar mis servicios básicos con likes y número de seguidores.

Así, seguiré buscando clientes y crecimiento profesional. En mi tiempo libre quizá busque alguno que otro like, que muchas veces no he de negarlo, alegra un día complicado.

Buen día!

www.erikmurillo.com.mx

Publicado por

erikmurillo

Fotógrafo mexicano, trabajando en el área de fotografía comercial, books para modelos, moda, fotografía de producto, fotografía corporativa y fotografía aérea, entre otras ramas. Amante de la ciencia y de la vida.

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